Un niño de nuevo
Así me sentí mientras disfrutaba de cada gesto, de cada traje, de cada expresión, de cada “Totem”. Tratando de ponerme en el lugar del artista que llenaba el escenario no consigo imaginar la cantidad de tiempo y esfuerzo que requieren para poder realizar cada uno de esos movimientos que a nosotros nos iluminan y que ellos, como luz que brilla en el espacio, nos envían para calentar y reconfortar nuestra alma. Quizás los efectos especiales de las películas pueden hacer que la gente crea lo que está viendo, aunque esté diseñado por ordenador, pero la realidad de lo que pudimos disfrutar se encuentra a galaxias de lo que una máquina puede lograr.
Desde el principio el ambiente que se vivía era especial. Los payasos amenizaban antes del comienzo con juegos y bromas que nos permitían entrar en situación. La gran carpa estaba a rebosar y las luces empezaron a desaparecer. El espectáculo acababa de comenzar.
Desde el cielo como una estrella, apareció el “Crystal Man” dando inicio a la vuelta de la magia. El escenario, aunque aparentemente no es muy grande, tiene muchas sorpresas que se van mostrando durante las siguientes dos horas. Las diferentes actuaciones se van combinando con el escenario, el cielo, el puente, las luces, las imágenes y la música en directo. Los trajes muy cuidados van acorde con el detallismo del maquillaje y de la expresividad de todos los artistas.
Es muy interesante mirar de vez en cuando a los personajes secundarios, porque aportan cohesión al conjunto y arropan a los protagonistas. Todo esto lo podemos constatar ya que nos encontramos muy cerca del escenario y esto nos permite ver muchos detalles que, un poco más lejos, pasarían inadvertidos.
Lo bonito de cada actuación, es que a cada persona le transmite una cosa diferente y, por ende, cada uno de nosotros lo interpreta de forma distinta. Momentos son los que se quedan en la retina y en el corazón: dos pájaros enamorados que bailan en el cielo, una rana que nos muestra posiciones imposibles, que saltar significa volar, unos playeros capaces de bailar “break-dance” en el cielo o un torero capaz de mantener los diábolos suspendidos en el universo como satélites y atraparlos con una sola mano. Momentos que, cuando pase el tiempo, nos harán volver a la noche que estuvimos soñando.
A medida que avanza la representación somos conscientes que, poco a poco, la vela se está consumiendo y la luz despacito se va apagando, pero el último aliento de la llama nos muestra que la luna está más cerca de los artistas y a punto están de tocarla con sus dedos.
Las alas del águila
Todos los dibujos los ha realizado Anilus durante la función y es un placer poder mostrarlos.
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